“La mujer es por naturaleza y destino compañera del hombre.
Ello implica que los dos no son solamente compañeros para toda la vida, sino
compañeros de trabajo también. De la misma manera que a lo largo de milenios,
la evolución económica ha transformado el campo de trabajo del hombre, ha
transformado también el de la mujer.
Y aún más imperioso que el trabajo en común, es el deber del
hombre y de la mujer de perpetuar el género humano. La nobleza de esta misión
de ambos sexos explica los dones naturales específicos que la Providencia , en su
sabiduría eterna, ha dispensado invariablemente al hombre y a la mujer. Nuestra
más elevada tarea por tanto, residirá en facilitar a los dos compañeros, unidos
para toda la vida, la posibilidad de fundar una familia. Su destrucción
definitiva equivaldría a la supresión de toda la humanidad.
Sin dejar de concederle a la mujer un vasto campo de
actividad, no se deberá perder nunca de vista que el fin último de una verdadera
evolución orgánica y lógica es la formación de una familia. La familia es la
unidad más pequeña pero también la más importante de toda la estructura del
Estado. El trabajo honra a la mujer tanto como al hombre. Pero el hijo
ennoblece a la madre”.
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